Amadeu Casellas: Un Grito

La madre de Amadeu Casellas (pelo blanco, más de setenta años, pose decidida) tiene la misma expresión despierta. Está tan delgado! dice, nada más salir de verle se le ponen los ojos llorosos. Es un momento. Enseguida vuelve a sonreir al lado de la gente joven y no tan joven que delante del módulo penitenciario de Terrassa, este sábado, hemos desplegado una pancarta reclamando su libertad. Y yo pienso en el largo calvario de esta mujer que se ha tenido que tragar tantas lágrimas: a su largo (¿inacabable?) perenigraje de prisión en prisión.

No sé si los jueces cuando dictan senténcias de prisión que se convierten, de hecho, en cadena perpetua o poco menos, piensan nunca en las madres, las novias, los padres y los hermanos de los condenados. No sé si piensan en la larga condena paralela que a ellos les imponen; que les obligará a largos viajes en que tendrán que invertir lo poco que tienen y en donde a veces acaban muriendo víctimas de los accidentes de tráfico. No sé si piensan en los caprichos de los carceleros déspotas que tendran que sufrir, día sí y dia también. De hecho, no sé si piensan los jueces. Si lo hicieran, si no actuaran como autómatas seguramente no podrían dormir.

Hoy no ha sido una excepción. ”Usted no tiene hora, no podrá verle, ya ha agotado las dos visitas semanales”.”Vuelve mañana” (dice el carcelero de turno, imperturbable, aséptico, bien planchado, encefalograma plano). Discutimos sin levantar la voz, tranquilamente, tragándonos la rabia. ”¿No vé que es una señora mayor?’ ¿No vé que viene de lejos? Déjela entrar tan sólo cinco minutos”, insistimos. Tiene que consultarlo. Harán una excepción. Gracias, gracias.

Amadeu Casellas cumple hoy domingo 10 de agosto del 2008, cicuenta días de huelga de hambre. Casi ya dos meses. Cincuenta días y cincuenta noches de solitud, luchando contra su propio cuerpo, contra la oscuridad, contra las paredes, contra la desesperanza. No me lo puedo imaginar. Ha perdido vienticinco kilos, pero no la sonrisa.

Libertad o muerte. Es la disyuntiva. Después de veintitrés años en prisión ¿Qué más le pueden pedir? Amadeu es una víctima de nuestra hipocresía, de nuestras leyes injustas, sí, mias, sí, tuyas. Porque en la medida que cayamos, cuanto más callamos, somos más culpables.

Ni siquiera harían falta consideraciones políticas, que también. Porque Amadeu no es sólo una víctima, también es un luchador. Pero ahora se ha encarado a la última posibilidad de un preso al que han silenciado todas las voces: la voz tortuosa de los recursos legales, la pequeña voz de las instáncias, la voz ínfima que ha cerrado tantas y tantas cartas, durante tantos años.

Amadeu nos ve desde la ventana. ¿Cuál,cuál? Mirando arriba. Los vidrios ???? teñidos, fumados???? deslumbran, se reflecta el sol, no se vé nada, y no es una casualidad. Sí mira. Es una silueta borrosa: la mano arriba apoyada en el vidrio, (con un brazalete blanco que de hecho es una vía intravenosa abierta) ahora un puño.

Mediodía. Mucha calor. Nos acercamos más, de hecho entramos en el recinto del módulo penitenciario del hospital (qué manera tan elegante de llamarle), la puerta metálica está abierta ; acercamos la pancarta a la ventana. Enseguida tenemos a los carceleros encima con la pregunta típica: ¿Quién es el responsable del grupo? Carcajadas. Todos, todos. Todos y todas. Todos y cada uno. Sólo queremos que nos vea. Aguantemos un poco. Pero somos tan pocos de hecho que preferimos salir, no sin sufrir alguna amenaza no sólo contra nosotros, sino contra el mismo Amadeu. Esto constará en el expediente.

Mucha calor. Día de sol y playa, de piscinas. Qué imprudencia, Amadeu, una huelga de hambre como ésta en agosto. Un grito como este, en medio de nuestra hipócrita ????? placidez ???, de las vacaciones, vida sin dificultades, la pequeña vida.

Un grito que es una herida, Amadeu. En las prisiones, no existen vacaciones. Nunca. La rueda gira implacable, pero tu al menos, la has hecho visible. ¡¡¡A qué precio!!!.

Plegamos la pancarta, vamos a comer, te dejamos solo, la vida fácil continua.

Pero volveremos …

Roser Iborra

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