Los préstamos de libros y el cheque escolar piezas claves para la racionalización
Todos los años por estas fechas, y ante la falta de noticias reseñables, los medios se ceban en dos principalmente. A saber: el estrés post vacacional y el coste de la vuelta al cole.
Aunque suenen a recurrentes, que lo son, uno de ellos tiene una cierta enjundia por las implicaciones económicas y sociales que tiene. Nos referimos, obviamente, a los libros de texto escolares que hay que comprar por orden de no se sabe bien quien.
Todo el mundo recuerda que antaño los libros se “heredaban”, que pasaban de unos hermanos a otros hasta que el libro se quedaba inservible por el deterioro o cambios importantes en el currículo educativo. Ahora no, ahora curso tras curso, hay que comprar libros que, curiosamente, traen las mismas cosas que los desechados.
El conocimiento humano no avanza tan rápidamente como para que todos los libros haya que tirarlos de un año para otro; ni tan siquiera el inestable sistema educativo que tenemos cambia de un curso a otro. Las razones de estos cambios hay que buscarlas en el dinero, en el negocio que supone el editar millones de libros todos los años.
Puede llegar a entenderse que los editoriales se froten las manos e incluso que desde El País se editorialice contra la gratuidad de los libros (Santillana pertenece al mismo grupo, PRISA) pero lo que no es de recibo es que desde el gobierno y la llamada Comunidad Escolar (profesorado, sindicatos, alumnado, padres/madres) no se ponga freno a semejante lujo, que en los casos de rentas bajas, se convierte en algo prohibitivo y que ocasiona grandes esfuerzos para las personas que ya de por si tienen que vérselas para llegar a fin de mes…
Nosotros proponemos que los libros sean comprados por las escuelas, colegios, institutos, etc. y que sean prestados al alumnado. Cuando un libro esté deteriorado y no sirva para su estudio es el momento de cambiarlo, y si hay una modificación del currículum escolar en alguna materia pues se cambian los libros indicados, pero ni uno más. Si desde pequeños enseñamos a los niños y niñas a respetar el material escolar no habrá problemas de conservación de los libros y, de paso, se les enseña a ser responsables con las cosas.
El coste económico de estas compras bien podría ser sufragado a través de la implantación del llamado cheque escolar, dando la oportunidad a las madres/padres de elegir donde y cómo educar a sus hijas e hijos y convertirse en parte activa de la gestión económica de los centros educativos. Un cálculo medio de la cantidad de dinero que necesita un estudiante para sacar adelante sus estudios (matrículas, libros, desplazamientos, complementos de bebé si es preescolar, etc) y, dependiendo de la renta familiar o personal, se otorga un cheque anual para cada uno y que él, ella o su familia, decida donde quiere llevar a sus hijos e hijas para que éstos se formen como consideren oportuno.
Si la escuela pública (la del estado, no lo olvidemos) es buena para las aspiraciones paternales allí irán a parar muchos estudiantes y el dinero de sus cheques; si alguien quiere educación religiosa que invierta su cheque en los colegios religiosos o si se prefieren un modelo autogestionado allí se irán y dejarán a sus hijas e hijos y sus cheques escolares; y para los que quieran colegios de élite pues que se paguen la diferencia, todo ello, como hemos dicho, teniendo presente la renta de cada una de las familias para que no haya que pagar a quien no lo necesita por sus altos niveles de ingresos.
Extraido de CNT Extremadura.