Esta va a ser una crónica atípica porque está basada en una reflexión personal que nace del buen ambiente que albergó el local sindical de Córdoba, durante la charla ‘No a Bolonia’.
Entre un pequeño grupo de personas se sentaron tres estudiantes a la mesa, para introducirnos en el rechazo que ha generado esta expresión capitalista denominada Plan Bolonia, en el sector estudiantil. En resumen, la entrada de la empresa a la universidad.
Fuimos muy receptivos a las consideraciones de las estudiantes los que por diversos motivos nos encontramos allí. La mayoría, estudiantes preocupados por la hecatombe en lo académico, ya que ni los gestores adivinan aún lo que se les viene encima. Algún trabajador de la enseñanza preocupado también por los cambios y las protestas que está generando ya, la aplicación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Trabajadores y trabajadoras preocupados por sus hijos e hijas, y que ven ningunear a la educación según el prisma político que la legisle. Ex estudiantes melancólicos y parados. Personas todas ellas preocupadas en la transformación social, pero no a cualquier precio ni de cualquier forma. Personas sensatas, rebeldes y desobedientes. Personas al fin.
El tema es vomitivo, no lo voy a negar. Quizás por eso, se ha dejado pasar y pasar, hasta que ahora nos reactiva la nausea por su proximidad. Quizás ha sido eso, quizás no. Puedo imaginarme el entramado corporativo que lo modula a espaldas de la clase trabajadora. Tejes y manejes le dicen. La información ambigua y distorsionada, sólo hace falta leer el periódico para entenderlo. Nadie se ha enterado más allá de lo que las moléculas de información crítica hayan difundido. Poco, muy poco entre tanta carroña.
Rollos así como, ‘debemos apuntar, en particular, hacia el objetivo de incrementar la competitividad del sistema Europeo de educación superior. Puesto que la validez y eficacia de una civilización se puede medir a través del atractivo que tenga su cultura para otros países, necesitamos asegurarnos de que el sistema de educación superior Europeo adquiera un grado de atracción mundial igual al de nuestras extraordinarias tradiciones culturales y científicas’. Pequeñísimo fragmento de la infumable Declaración de Bolonia para parecerse a los USA (1999)
Palabra clave: competitividad. Nuestro nivel de comprensión según el informe Pisa hubiese apuntado a la cultura porque sale dos veces en el texto. Eso dicen los medios. Allá corren los borregos balando poco. Cuanto atractivo cultural…
Pero a este grupo de personas no le pudo el desánimo numérico para continuar con su propósito de conocer los ‘intringulis’ (mira, que si no se escribe así con vuestro gracioso acento cordobé…) de estas medidas tan desconocidas y tan determinantes para nuestro futuro. Siguieron las estudiantes matizando cada una de las providencias que nos auguraba este gran invento de los poderosos para sí mismos. Beneficio sería la idea principal. Eso esperábamos sacar de nuestra tarde en la Córdoba sabia, conocimiento sin beneficios, conocimiento sin más. Bueno, y las valoraciones y reflexiones que rezumen en los paros y manifestaciones que hay convocados para el jueves 13 de Noviembre de 2008 en las principales ciudades. Y los que les seguirán.
El punto de vista estudiantil quedaba claro con medidas tan indeseables como la eliminación de disciplinas (sobre todo humanas y sociales), aumento de tasas académicas, las nuevas hipotecas juveniles ‘becas-prestamos’ (todo un incentivo al estudio), la imposición de un postgrado de precios desorbitados, y más, más, y más.
Pero llegó el debate. Primero, como siempre, sereno, serio, digamos que lo más técnico que pudimos. Luego, ya más decidido, entrando en matizaciones, con defensas a ultranza de nuestros criterios. Al final, se tuvo que coger un turno de palabra, que acabó por ser inútil. Parece que estoy describiendo un caos, cuando no es así. Todo el que quiso hablar habló. Y quedaron cosas muy claras, como que la organización de las movilizaciones surgía realmente de las asambleas en las universidades. Parece que vamos por muy buen camino. Nuestros posicionamientos también dejaron muy claro que el Plan Bolonia no afectaba sólo a la comunidad universitaria, ni tan siquiera se circunscribía sólo al ámbito educativo. Esta mercantilización del conocimiento afecta a todas y todos.
Fue un trabajador sin estudios, quien preocupado por la delegación que hacen los padres de la educación de su prole, dió en el clavo. A mí como trabajador me afecta. Como padre me afecta. Es un tema que se desborda de lo educativo y lo social, a lo político. Es un tema que afecta de lleno a la clase trabajadora.
Empezamos discutiendo y acabamos creando conocimiento. Esto es productividad y no lo que nos propugna el neoliberalismo salvaje. La asamblea propone que el sistema capitalista no imponga. Ahí es nada. 4 estudiantes, con 4 trabajadoras y padres y madres de familias decidiendo sobre el futuro de la humanidad. Esto es atrevimiento. Es también madurez.
No somos futuros seres de goma, adaptados a vuestra manida flexibilidad. Somos la clase obrera -una especie de vitaminas y minerales necesarios para una vida digna- que nos hacemos eco de esta reflexión. El problema no lo tienen los estudiantes, ni las trabajadoras de la enseñanza. El problema es nuestro. De todas y todos.
El mundo no es un mercado.
El conocimiento no es mercancía.
Las autoridades sanitarias no se explican el brutal descenso en el consumo de pizzas a la boloñesa y otros alimentos precocinados con este tipo de salsa.
Un mendigo apostado en el Mercadona Acosa, nos señalaba que podía ser por el ‘Plan Bolonia’, que producía nauseas, vómitos, sarpullidos, alergias, indisposiciones repentinas, diarreas, encefalogramas planos en masa y no sé que más.
Por eso, la gente de Córdoba nos llevaron a digerir nuestros planteamientos a una tasquita cordobesa de ingredientes culinarios exquisitos: salmorejo, bravas, berenjenas melosas, cervecitas, en fin, muy digestiva. Y en un ambiente peculiar, con azulejos de un verde pálido, estilo frenopático de los ’60, estuvimos discutiendo de las diferencias y bondades de la porra antequerana y el salmorejo cordobés hasta que se acabó. Y nos despedimos con una cosa en mente: ¿Cuándo es el próximo acto?
El secreto, mejor guardado.