Texto del acto de nuestro sindicato en el homenaje las víctimas de la Carretera de la Muerte, en el Peñón del Cuervo, el pasado 9 de febrero.
El domingo 7 de febrero de 1937, las fuerzas republicanas dan la orden de evacuar la ciudad de Málaga. Aunque las investigaciones nos confirman que ya el día 6 hay personas detenidas, aunque oficialmente las tropas fascistas no entraran hasta el día 8. Es entonces cuando miles de personas huyeron de la ciudad ante la inminente llegada de las tropas franquistas. Muchos esperaron hasta el día siguiente para partir, pensando que la resistencia aún era posible.
Finalmente cerca de 200.000 personas huyeron por miedo a la ofensiva lanzada por el general Queipo de Llano. Los malagueños provenientes de diferentes puntos de la provincia comenzaron así su terrible odisea de hambre, terror, desaparecidos, muertes…
La “carretera de la muerte” fue testigo de la crueldad infinita del, mal llamado, ejercito nacional. Algunos huían en sus coches, otros en tren, pero por la escasez de gasolina, muchos huyeron a pie, cargando con comida, ropas y demás utensilios, utensilios de los que después se tendrían que desprender para intentar sobrevivir.
A la vez que intentaban la huida en terribles condiciones, eran bombardeados por tierra, mar, y aire, eran masacrados de forma indiscriminada hombres, mujeres y niños, esos niños que perdieron su infancia en esa “carretera de la muerte”.
La carretera estaba formada por una alfombra humana de varios kilómetros , alfombra que se iba mermando a medida que tropas, aviones o barcos bombardeaban y asediaban a las miles de personas que trataban de huir de la muerte, todo ello, bajo la mirada pasiva de la Comunidad Internacional y su política de no intervención, que permitió esa masacre. La cifras de que pudieron perder la vida en esta carretera en torno a 15.000 personas.
Día tras día iban perdiendo la vida cientos de personas, otras quedaban mal heridas, sin socorro alguno, aliviados solo por personas como Norman Bethume y su unidad móvil de transfusión de sangre que salvaron muchas vidas. Ya que la gente al verlos pasar les cerraban las puertas por miedo a quedarse sin nada y a las posibles represalias.
Es tal la crueldad de las “tropas nacionales” que por primera vez se ensaya lo que se conoce como carrusel, una técnica de bombardeo aéreo, en la que 9 aviones bombardean uno tras otro el mismo punto, y así sucesivamente para desmembrar la huida y aniquilar todo lo que se ponga en su camino.
Una vez la caravana humana llega a Motril, se ve asaltada por las tropas franquistas, y mientras la mitad de ella sigue por la carretera de la costa hacía Almería, la otra mitad deshace el camino ya andado, volviendo a Málaga para ser, sin saberlo, vilmente asesinados.
Finalmente los que alcanzaron su destino, lo hicieron dejando atrás compañeros y familiares en el camino, entre muertos, extraviados, y desaparecidos.
La gente que sufrió y vivió ese drama no solamente de agonizar, de morirse de hambre, de ver sus padres e hijos morir, a los que quedaban ensangrentados en la carretera y a la gente sin enterrar, después de ese dolor, solo recibieron la ofensa del silencio, la ofensa de un silencio que se mantiene así durante mucho tiempo.
Ni olvido, ni perdón contra los crímenes del franquismo.
CNT-AIT Málaga