Perico murió el miércoles 20 en un banco del barrio de San Julián, cerca de la que hasta hoy había sido su casa, su refugio, una torreta de la luz abandonada que había okupado desde hace más de medio año. A Perico le echaron de su casa el año pasado, en un desahucio por alquiler, a raíz de lo cual se agravó su ya delicada situación de exclusión social, en una espiral alimentada por problemas familiares, el desempleo y el alcohol.
Murió seguramente de un fallo hepático, pero no de «causas naturales», porque natural no es la lógica de un sistema que va expulsando a cada vez más personas a los límites de la vulnerabilidad, que no es capaz de asegurar derechos tan elementales como el de una vivienda digna.
Perico deja un hueco enorme a quienes compartimos con él los últimos años que estuvo en Teruel: en las calles, en los bares o en las manifestaciones siempre echaremos en falta sus gritos, sus ánimos y también sus penas.
Como él diría ¡Aquí no se rinde ni dios!
El mejor homenaje, continuar la la lucha.
Hasta siempre, compañero.
CNT-AIT Teruel