El domingo 7 de febrero de 1937, las fuerzas republicanas dan la orden de evacuar la ciudad de Málaga. Aunque ya desde principio del mes miles personas con sus enseres personales y a lomos de borriquillos o carros van abandonando la ciudad por el temor de la llegada de las tropas fascistas, se dirigen a la única salida posible que está fuera del cerco enemigo, la carretera que va hacia Almería, a la que se llamó ”la carretera de la muerte”
Oficialmente las tropas internacionales fascistas y las del ejército español sublevado al mando del general Queipo de Llano no entrarán hasta el día 8 de febrero en la capital.
La toma de Málaga contaba con casi 40.000 soldados bien armados y con armamento de última generación; los aliados con las tropas de Franco que invadieron Málaga fueron italianos, alemanes, portugueses y marroquís.
La defensa de la cuidad por parte de los leales a la república, no contaba más de 12.000 milicianos mal formados y con un armamento escaso, obsoleto y casi inservible.
La mayoría de los historiadores coinciden en que cerca de 200.000 personas huyeron por miedo a la ofensiva lanzada por el general Queipo de Llano. Los malagueños provenientes de diferentes puntos de la provincia comenzaron así su terrible odisea de hambre, terror, desaparecidos, muertes…
La “carretera de la muerte” fue testigo de la crueldad infinita de los que en nombre de dios se llamaron salvadores de España.
Algunos huían en sus coches, otros en tren, pero por la escasez de gasolina, muchos huyeron a pie, cargando con comida, ropas y demás utensilios, objetos de los que después se tendrían que desprender para intentar sobrevivir.
A la vez que intentaban la huida en terribles condiciones, eran bombardeados por tierra, mar, y aire, eran masacrados de forma indiscriminada hombres, mujeres y niños, esos niños que perdieron su infancia en esa “carretera de la muerte”.
La carretera estaba formada por una alfombra humana de varios kilómetros, alfombra que iba mermando a medida que tropas, aviones o barcos bombardeaban y asediaban a las miles de personas que trataban de huir de la muerte, todo ello, bajo la mirada pasiva de la Comunidad Internacional y su política de no intervención, que permitió esa masacre.
La cifra de personas que pudieron perder la vida en esta carretera está según los historiadores en torno a 15.000 personas, aunque nunca sabremos la cifra exacta
Día tras día iban perdiendo la vida cientos de personas, otras quedaban malheridas, sin socorro alguno, ayudados solo por personas como Norman Bethume y su unidad móvil de transfusión de sangre (que salvaron muchas vidas), ya que la gente al verlos pasar les cerraban las puertas por miedo a quedarse sin nada y a las posibles represalias.
(Una anécdota curiosa para la historia de Málaga este médico canadiense que salvo la vida de miles de malagueños jamás pisó tierra malacitana)
Es tal la crueldad de las “tropas nacionales” que por primera vez se ensaya lo que se conoce como carrusel, una técnica de bombardeo aéreo, en la que 9 aviones bombardean uno tras otro el mismo punto, y así sucesivamente para desmembrar la huida y aniquilar todo lo que se ponga en su camino.
Una vez que los más rezagados, lentos, fatigados, heridos o ancianos de esa caravana humana llega a Motril después del largo calvario, se ven asaltados por las tropas franquistas, y mientras la mitad de ellos siguen por la carretera de la costa hacía Almería, la otra mitad deshace el camino ya andado, volviendo a Málaga para ser, sin saberlo, juzgados o vilmente asesinados.
Finalmente los que alcanzaron su destino, lo hicieron dejando atrás compañeros, familiares y amigos muertos o desaparecidos en aquel horrible trayecto a la supervivencia al que se llegó a llamar la “carretera de la muerte”
La historia la escriben los vencedores y no los vencidos, por eso poco se sabe de este triste episodio de la guerra civil española.
Los hombres y mujeres que sobrevivieron a este holocausto, los hijos, los nietos y los malagueños tenemos el derecho y el deber de contar al mundo los hechos que sucedieron en la ciudad de Málaga aquellos primeros días de febrero de 1937 para que ¡nunca más se vuelva a repetir!
“Los pueblos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo”.
Ni olvidamos, ni perdonamos a los verdugos de Franco