Como es sabido, fuerzas del ejército turco y efectivos del Ejército Libre Sirio han invadido el cantón kurdo de Afrin, una de las tres provincias que componen Rojava.
Tras varios días de intensos bombardeos aéreos y ataques de artillería desde el otro lado de la frontera, los tanques y la infantería entraron en el cantón el domingo. Como era de prever ante una ofensiva así, los enfrentamientos han escalado rápidamente, los fallecidos se cuentan ya por decenas y la población civil intenta abandonar la región precipitadamente, sumándose al flujo de refugiados y desplazados que ya ha provocado la atroz guerra en Siria. El gobierno de Erdogan, no contento con aplastar cualquier forma de oposición doméstica y de masacrar a la población kurda en el sureste de Turquía, ha dado el drástico paso de invadir un país extranjero, en su cruzada contra el secularismo, el progreso y la paz.
La deriva autoritaria del Estado turco en los últimos años es bien conocida. La explosiva mezcla de islamismo y nacionalismo que pregonan los partidos que sostienen a Erdogan y su camarilla ha desembocado, previsiblemente, en un país cada vez más conservador y alejado de cualquier pretensión de semblanza democrática. Las importantes capas laicas y seculares de la población han sido silenciadas y cualquier oposición, eliminada de diversas formas. La represión contra el pueblo kurdo ha sido uno de los pilares inamovibles de la política turca desde hace décadas. Pero esta ofensiva va más allá. No se dirige solo contra la población kurda del norte de Siria, predominante en Afrin, sino contra el intento de los residentes en la zona de poner en pie el modelo del confederalismo democrático. Esta estructura de autogobierno basada en los tres pilares del ecologismo, el feminismo y la convivencia entre poblaciones, más allá del establecimiento de nuevos estados, es, como no podía ser de otra manera, anatema para el gobierno turco. Pero el hecho de que este modelo cuente también con la adhesión entusiasta de muchos habitantes no kurdos de Rojava (árabes, siríacos, etc.), debería dejar claro que este ataque no se dirige solo contra la población kurda, sino contra este experimento revolucionario en sí.
Esta misma población diversa y sus milicias de autodefensa, agrupadas en las Fuerzas Democráticas de Siria, han sido determinantes en la derrota de DAESH, el Estado Islámico. Años de atroces y devastadores enfrentamientos contra la versión más medieval y cruel del fundamentalismo, se van a prolongar ahora con el nuevo frente que ha abierto la invasión turca. Sin duda, a nadie se le escapará la paradoja (solo aparente) de que sea el ejército de Turquía el que ocupe ahora el lugar de DAESH en la ofensiva contra el confederalismo democrático. Por su cruzada contra la paz, la convivencia y la libertad, Turquía merece un lugar de honor en la lista de países exportadores de la guerra y el sufrimiento.
Desde CNT condenamos esta agresión brutal contra la población del cantón de Afrin. Así mismo, denunciamos la actitud de los gobiernos occidentales y Rusia, que han extendido un cheque en blanco al gobierno turco para que haga lo que quiera en la zona. Las repetidas llamadas a la moderación suenan huecas y falsas en medio del estruendo de las bombas. Tras años de carnicería en Siria, la apertura de un nuevo frente y más la agresión de un gobierno autoritario a través de una frontera internacional contra un proyecto revolucionario auto-organizado por la población local, no puede sino recibir la más enérgica condena de todas las personas que apoyen mínimamente la paz y la convivencia. Mucho más en el caso de CNT, en el que activamente apoyamos y defendemos el experimento revolucionario que supone el confederalismo democrático.
Por ello, animamos a todos nuestros sindicatos, afiliados y afiliadas a participar y ayudar a organizar los actos de repulsa a esta cobarde agresión, que sin duda se van a organizar en diferentes partes del estado español. ¡Contra la agresión y la guerra! ¡Defendamos el confederalismo democrático! ¡Fuera las tropas turcas de Afrin!