Fuente: http://www.pikaramagazine.com
“Esta mancha no va a salir con nada”. Ya; y este machismo tampoco, no hay quien se lo saque de encima. Desde aquella hostia en el anuncio de Soberano de 1976, en sepia, han pasado 36 años. Han cambiado muchas cosas desde entonces. Otras siguen igual en la cabeza de muchos y de muchas, que ríen las gracias de la publicidad machista.
Arrancamos con este anuncio. Amo esta especie de broma de mal gusto… Tanta violencia contra las mujeres normalizada, me mata.
“Esta mancha no va a salir con nada”. Ya; y este machismo tampoco, no hay quien se lo saque de encima. Desde aquella hostia en el anuncio de Soberano de 1976, en sepia, han pasado 36 años. Han cambiado muchas cosas desde entonces. Otras siguen igual en la cabeza de muchos y de muchas, que ríen las gracias de la publicidad machista.
Arrancamos con este anuncio. Amo esta especie de broma de mal gusto… Tanta violencia contra las mujeres normalizada, me mata.
Las cocinas Corcho nos dieron más libertad a las mujeres. No fue la lucha de miles de feministas que se dejaron hasta la vida peleando desde la intelectualidad y desde la calle, no; fueron Corcho y sus cocinas. Y es que todas estábamos deseando unos fogones mejores para deleitar a nuestro marido, rey de la casa, de nuestro mundo, de la cuenta corriente y propietario único de la vivienda conyugal.
Cómprame, contrólame, protégeme…
Emi Arias repasa las motos que la publicidad ha vendido a las mujeres desde el franquismo hasta hoy
Emilia Laura Arias Domínguez 03/01/2013 5 Comentarios
“Esta mancha no va a salir con nada”. Ya; y este machismo tampoco, no hay quien se lo saque de encima. Desde aquella hostia en el anuncio de Soberano de 1976, en sepia, han pasado 36 años. Han cambiado muchas cosas desde entonces. Otras siguen igual en la cabeza de muchos y de muchas, que ríen las gracias de la publicidad machista.
Arrancamos con este anuncio. Amo esta especie de broma de mal gusto… Tanta violencia contra las mujeres normalizada, me mata.
Las cocinas Corcho nos dieron más libertad a las mujeres. No fue la lucha de miles de feministas que se dejaron hasta la vida peleando desde la intelectualidad y desde la calle, no; fueron Corcho y sus cocinas. Y es que todas estábamos deseando unos fogones mejores para deleitar a nuestro marido, rey de la casa, de nuestro mundo, de la cuenta corriente y propietario único de la vivienda conyugal.
En aquellos momentos, hasta para anunciar bombonas de butano nos tomaban por idiotas. Gracias DISA, qué hubiesen hecho las mujeres de los 60 sin tu yugo.
Hemos conseguido muchos avances y benditos sean todos, pero hay tantos estereotipos vigentes que a una le duele la cabeza. Los aguantamos a diario en las parrillas de televisión, en las revistas, en los periódicos… La publicidad insiste en poner las mismas cadenas contra las que llevamos años luchando. Dirán que nos falta sentido del humor, pero a mí hay cosas que no me hacen gracia.
Estar guapas guapísimas es fundamental, es nuestro trabajo en esta sociedad, amigas: el ‘blush’, el gloss, el efecto push up y el valor de una mirada… Y no olvidemos oler bien, que de toda la vida de Dios se ha dicho que una mujer tiene que ser limpia en su casa y con su cuerpo. Limpia como la patena por dentro y por fuera, como la santísima Virgen María y la madre que la parió. La vajilla, bien brillante; tus manos, suaves aunque friegues como un lavavajillas Whirpool y la ropa blanca, blanquísima, como el alma.
Cuidado con lo que hacemos, queridas mujeres del siglo XXI, que pasar el polvo es arriesgado.
Y para oler bien, nada mejor que rociarnos con mierdas del amor romántico del tipo “sabrás que es él” y otras videncias de pitonisa Lola. Sabré que es él, querido Cacharel, porque me apetecerá en ese momento. Qué manía con sugerirnos que guardemos ‘la flor’.
Continúo con la obsesión por los olores. Tened claro que las colonias y los perfumes son para seducir a nuestros machotes, que nos persiguen por los alrededores de nuestro palacete versallesco o de la Gran Manzana porque nosotras nos hacemos las suecas y les damos calabazas (pero como queriendo decir “que sí, tontorrón…”). Un par de mohines, una languidez exasperante y dos gotas de nuestro perfume de 330 dólares. Una delicia.
¡Y a beber que son dos días! Ni mujeres ni hombres salen bien parados en este spot de Heineken. Ellas gritan arrebatadas al ver un vestidor plagado de zapatos; ellos, al ver una habitación plagada de cervezas. Debe ser agotador ser un machote al uso, me solidarizo, pero lo que me tiene frita es el rol extendido de la dulce damisela obsesionada por las compras.
La velocidad y el mundo del motor no iban a quedarse atrás y, por eso, nos regalan este anuncio en el que una joven pide que la controlen, le griten, la relajen, la provoquen y la protejan… todo a la vez. Este coche no me lo compro y esta moto no me la vendes.
Cómprame, contrólame, protégeme…
Emi Arias repasa las motos que la publicidad ha vendido a las mujeres desde el franquismo hasta hoy
Emilia Laura Arias Domínguez 03/01/2013 5 Comentarios
“Esta mancha no va a salir con nada”. Ya; y este machismo tampoco, no hay quien se lo saque de encima. Desde aquella hostia en el anuncio de Soberano de 1976, en sepia, han pasado 36 años. Han cambiado muchas cosas desde entonces. Otras siguen igual en la cabeza de muchos y de muchas, que ríen las gracias de la publicidad machista.
Arrancamos con este anuncio. Amo esta especie de broma de mal gusto… Tanta violencia contra las mujeres normalizada, me mata.
Las cocinas Corcho nos dieron más libertad a las mujeres. No fue la lucha de miles de feministas que se dejaron hasta la vida peleando desde la intelectualidad y desde la calle, no; fueron Corcho y sus cocinas. Y es que todas estábamos deseando unos fogones mejores para deleitar a nuestro marido, rey de la casa, de nuestro mundo, de la cuenta corriente y propietario único de la vivienda conyugal.
En aquellos momentos, hasta para anunciar bombonas de butano nos tomaban por idiotas. Gracias DISA, qué hubiesen hecho las mujeres de los 60 sin tu yugo.
Hemos conseguido muchos avances y benditos sean todos, pero hay tantos estereotipos vigentes que a una le duele la cabeza. Los aguantamos a diario en las parrillas de televisión, en las revistas, en los periódicos… La publicidad insiste en poner las mismas cadenas contra las que llevamos años luchando. Dirán que nos falta sentido del humor, pero a mí hay cosas que no me hacen gracia.
Estar guapas guapísimas es fundamental, es nuestro trabajo en esta sociedad, amigas: el ‘blush’, el gloss, el efecto push up y el valor de una mirada… Y no olvidemos oler bien, que de toda la vida de Dios se ha dicho que una mujer tiene que ser limpia en su casa y con su cuerpo. Limpia como la patena por dentro y por fuera, como la santísima Virgen María y la madre que la parió. La vajilla, bien brillante; tus manos, suaves aunque friegues como un lavavajillas Whirpool y la ropa blanca, blanquísima, como el alma.
Cuidado con lo que hacemos, queridas mujeres del siglo XXI, que pasar el polvo es arriesgado.
Y para oler bien, nada mejor que rociarnos con mierdas del amor romántico del tipo “sabrás que es él” y otras videncias de pitonisa Lola. Sabré que es él, querido Cacharel, porque me apetecerá en ese momento. Qué manía con sugerirnos que guardemos ‘la flor’.
Continúo con la obsesión por los olores. Tened claro que las colonias y los perfumes son para seducir a nuestros machotes, que nos persiguen por los alrededores de nuestro palacete versallesco o de la Gran Manzana porque nosotras nos hacemos las suecas y les damos calabazas (pero como queriendo decir “que sí, tontorrón…”). Un par de mohines, una languidez exasperante y dos gotas de nuestro perfume de 330 dólares. Una delicia.
¡Y a beber que son dos días! Ni mujeres ni hombres salen bien parados en este spot de Heineken. Ellas gritan arrebatadas al ver un vestidor plagado de zapatos; ellos, al ver una habitación plagada de cervezas. Debe ser agotador ser un machote al uso, me solidarizo, pero lo que me tiene frita es el rol extendido de la dulce damisela obsesionada por las compras.
La velocidad y el mundo del motor no iban a quedarse atrás y, por eso, nos regalan este anuncio en el que una joven pide que la controlen, le griten, la relajen, la provoquen y la protejan… todo a la vez. Este coche no me lo compro y esta moto no me la vendes.
Y, si nos vamos más lejos, la cosa no mejora. Argentina es el paraíso del machista moderno en términos publicitarios. Voy a llorar con esta guerra de sexos cuyo eslogan dice: “Cuando el machismo y el feminismo se encuentran nace el igualismo”. El machismo, equiparado al feminismo en pleno siglo XXI… Sí; voy a llorar.
Seguimos en el país del tango. Gracias a esta publicidad argentina, ahora ya sabemos quiénes son nuestros amigos y qué esperan de nosotras.
Queridas y queridos; la publicidad no es inocente. Estos anuncios venden cerveza, coches, detergente y colonia, pero también estereotipos de mujeres sumisas, objetos, cuidadoras, amas de casa, seductoras… La madre o la puta, en definitiva (y todas siempre bien guapas). No nos dan otras opciones y nos hacen retroceder en todos los sentidos, porque trasladan a la sociedad una visión de las mujeres tan obtusa como absurda. No, no compramos esta publicidad y no nos vais a vender más motos.
Emilia Laura Arias Domínguez